Revista Grao

1930 – El Pontet y l’altra sequia.-

De hecho y desde hace cientos de años atrás, los habitantes del Grao, pescadores, marineros y gente de la mar, ha compartido su oficio diario, con el trabajo de la agricultura en pequeña escala, y en lo que se refiere a nuestra gente del Grao, mayoritariamente en los terrenos de la marjalería que por tres puntos cardinales, norte, sur y oeste, rodeaban nuestro pequeño núcleo urbano.
Bien por tener la tierra en propiedad, bien por tenerla cedida o arrendada, lo cierto es que muchos de nuestros mayores, cuando aun no se había producido la explosión ciudadana, y muchas de las calles céntricas que pisamos hoy en día, eran solamente marjales y acequias, al regreso de la pesca, o cuando las condiciones climáticas no eran aptas para salir a la mar, ponían proa a su marjal, y allá dedicaban sus esfuerzos a la preparación del terreno, o a la recolección, si de ello fuese tiempo.

Por las características de nuestra marjalería, las parcelas que cada individuo trabajaba, eran comúnmente de una o dos hanegadas máximo, y los cultivos normales eran de hortalizas diversas y árboles frutales variados.

Además de la agricultura en las marjales, en las acequias había cantidad de fauna acuática que facilitaba a sus propietarios la posibilidad de pescar peces de agua dulce, tales como lisas y anguilas, siendo sonadas las fiestas que se organizaban cuando había que “charcullar” las acequias en tiempos determinados, o sea limpiar y asear los márgenes y el fondo de las mismas de toda clase de hierbas (algas, corretjola, llixons, senill y otras), para que, de ese modo, no se formase ningún impedimento que permitiera el libre correr de las aguas, bien desde corrientes más arriba situadas o bien por el brote de numerosos "ullals" o “brolladors”, (manantiales) que de forma natural y espontánea brotaban por todas partes en cualquier acequia.

La forma de actuar al “charcullar”, comenzaba con la colocación de una red llamada ”Gánguil”, con dos brazos paralelos, de una altura que no excedía del metro y una longitud que podía tener entre tres o cuatro metros, cada uno, y unidos dos extremos de los brazos a una bolsa central igualmente de red, de forma cilíndrica y en el centro de la misma un embudo del mismo tejido, con la boca hacia adentro, de forma que permitiese la entrada y no la salida de cualquier pescado que en esa trampa cayera. Esta red se colocaba en uno de los extremos de la acequia, con los brazos abiertos, cada uno de ellos taponando los laterales del marjal, y sujetando bien por el fondo de la acequia y por la superficie de la misma, para obligar a las presas dirigirse hacia el centro del gánguil.

Una vez instalado el gánguil, por la parte opuesta se formaba una cadena de personas, que juntos avanzaban lentamente, dando palos en la superficie del agua, para que el pescado fuese en la dirección deseada, o sea camino del gánguil.

Una vez terminada la operación y comprobado que la pesca era la esperada, se procedía a celebrar el evento y con los productos capturados se cocinaban aquellas majestuosas salsas de anguila y llisa, que dieron fama y nombre a tabernas tan conocidas en la marjalería, como “Las dos Banderas”, “el de Tonicos”, y “Las tres Banderas”, entre otras.

Además de anguilas y llisas, en las acequias había asimismo, otras especies como gamba, “burrets”, “samarucs”, “sangoneres”, “petxinots”, tortugas y gran cantidad de insectos entre los que destacan las libélulas, o pixavins, parots y torerets, Pas-Paris y otras variadas especies.

Entrada de la gola de la Torre, en la prolongación

Pues bien, ya hecha una pequeña información sobre la marjalería, las acequias que la componían, tenían una perfecta canalización entre ellas, de tal forma, que estaba regulada la alimentación de las mismas, bien por medio del agua de lluvia, bien alimentadas por los muchísimos y pequeños manantiales de agua dulce de que disponía la marjalería, antes de sufrir la desmadrada e incontrolada perforación de pozos y vertederos que determinó la degeneración de esta maravilla de que disfrutábamos, hasta llegados los años sesenta. Asimismo, la salida al mar de los sobrantes de estas acequias, estaba determinada y conducida por dos acequias o Golas “madres” llamadas “acequia de la Torre” y “Común de la Sal”. La acequia o gola de la Torre al sur del Grao, recoge el sobrante del agua de las acequias que proceden del río Mijares, a su paso por las partidas de “Borrasa” y “Almalafa”; y la acequia o Gola “Común de la Sal” o del Pontet, ésta se alimenta de las acequias de los terrenos llamados marjales en las partidas de “Patos” y “Catalana”.

Salida de la gola “Común de la Sal”, escollera de poniente

La del “Común de la Sal”, que atraviesa la calle de Canalejas y junto a la valla del Tranvía a vapor, (léase Panderola), sube por el “Pontet” ramificándose en la partida de “Patos” y “Catalana”; y la de la Torre, que en un tramo abovedado cruza la calle de Churruca , ambas venían a confluir en una sola vertiente frente lo que hoy en día es el Hotel Turcosa, y desaguaban dentro del puerto, lo cual ocasionaba continuos aterramientos, y para evitar repetidos trabajos de limpieza, para conservar su estado óptimo, se procedió a la prolongación de las mismas, dentro de los terrenos del puerto, de 82 metros lineales de dicha unión de ambas acequias, dándoles desagüe a 68 metros del origen del dique de poniente. El trozo que une las dos golas, tiene una longitud de 50 metros y un desnivel de 6 milímetros por metro.

El proyecto de la obra de desagüe fuera del puerto, de las golas “de la Torre” y del “Común de la Sal”, por un importe de pesetas 88.837,00, se aprobó el día 25 de junio de 1909.

En la construcción de la misma, se consiguió la economía de pesetas 2.301,34, con respecto al presupuesto inicial aprobado para la misma.
Posteriormente con el correr de los años, con la construcción y el cierre del puerto pesquero, el desagüe de la gola de la Torre, se ha tenido que trasladar nuevamente por la cara sur de la escollera de poniente, para evitar los residuos dentro de la dársena pesquera.

Hoy en día las dos golas que en su momento vertían aunadamente el agua en la playa, en una sola desembocadura, que fueron el mecanismo regulador del caudal y del nivel de la que fue durante siglos la fértil marjalería, en la zona comprendida entre el camino de la Donasió y la orilla de la mar, golas que permanecen ocultas bajo bóvedas en sus mismos itinerarios, han dejado de prestar sus preciadas funciones, presentando un lamentable estado y el olvido de la gente.

Sirva este trabajo como homenaje y recuerdo a parte de nuestro pasado que aunque algunos lo encontremos a faltar y añoremos sus muchos y buenos recuerdos, solo puede quedar en eso.

Un recuerdo.

Sergio Ferrer de Almenara.- (Reservados todos los derechos)

1 comentario:

  1. Desde luego queen esa época, se tenia un mayor respeto a la naturaleza y se la cuidaba.

    Hoy dia con toda clase de glosarios, la están haciendo leña, en el pleno sentido de la palabra.

    Has omitido los baños que nos dábamos en El Pontet.

    Gerardo

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