Revista Grao

1927 - El paso del tiempo en nuestras playas

La playa o las playas de Castellón que actualmente conocemos, distan mucho de las que conocieron generaciones anteriores. La naturaleza misma, con la ayuda de la mano del hombre, hacen que continuamente varíen en uno u otro sentido, lentamente, pero sin que nada ni nadie le pueda impedir su marcha.

Esta "atrevida" fotografía, en el verano de 1925, en la playa del pinar, con las casetas moviles.-


Para hacemos una idea de la movilidad y cambio de nuestras playas, haremos una pequeña historia, que limitaremos solamente al siglo XX, ya que si nos remontamos a épocas lejanas, llegaríamos a descubrir que la orilla del mar que hoy conocemos, llegó a estar junto al Ingenio (en la Avenida del Puerto) y más allá, hasta el llamado Molí de la Font, (según publicación de Juan Bta. Porcar, en el Boletín de la S. C. C.). Por tanto y para hacer un resumen de la historia de nuestras playas, comentaremos que a principios del siglo XX, había una playa continuada desde el límite de Benicassim, hasta el linde con Almassora, playa que recibía el nombre del Pinar la situada al norte del Grao, y del Serrallo, desde el Grao hacia el Sur.



En la Playa del Pinar, que comprendía desde el conjunto de pinos, hasta la orilla del mar, a una distancia de varias decenas de metros, de dunas de arena y matojos de juncos, a principios de siglo, se comenzó a instalar casetas de baño de madera, edificadas sobre pivotes del mismo material, que servían de aislante de la humedad y de las posibles mareas provocadas por los temporales veraniegos.


Casetas de baño en la playa del pinar, en la década de los años veinte / treinta.


Casetas con unas medidas aproximadas de unos cuatro metros de fachada, por unos seis metros de fondo, que estaban dotadas de "habitación y terraza", desde la cual tomaban el sol y disfrutaban de las vistas de los y las bañistas, la recatada sociedad de aquella época.

Había unas estrictas normas de conducta, tanto en lo que corresponde al vestuario, (bañador, gorrito, zapatillas y albornoz), como en lo tocante a las fechas en que debía de disfrutar de los baños. Jamás antes de la festividad de la Virgen del Carmen, por aquello de "¡lo que podía ocurrir si uno o una se bañaba antes de tiempo!"; y había que respetar asimismo, la novena de los baños pues se consideraba una temeridad, el sobrepasar esta "elevada" cantidad de chapuzones.

Año 1934.- Vicente Ferrer, mi hermano, con su canoa y nuestra madre, al cuidado.-

A finales de los años veinte o quizás al principio de los años treinta, la playa del pinar se vio ampliada con la instalación de unas "Casas de Baños", dos concretamente, una que regentaba la familia Olivares ("Panollos") y la otra la familia de los Torrent ("Carics"), situadas al comienzo de la playa, enfrente de lo que hoy es el Planetario, en las que la gente que no disponía de caseta en propiedad o alquiler, pudiese utilizarlas para cambiarse de ropa y guardarropía, durante el día de estancia en la playa, puesto que en aquella época no se podía ni imaginar la posibilidad de cambiarse la ropa de calle por el bañador, a plena luz del día y mucho menos a la vista de los demás bañistas, previo pago de una cantidad que en principio se fijó en un xavo, deu céntims, o una perra gorda, como se le quiera llamar, hasta el año 36, en que se llegó a subir el precio hasta un quinzet, un real o veinticinco céntimos, de peseta, según la forma de expresarse de la gente.
Verano 1930.- Bañistas en la playa del pinar, frente al merendero Nebot, próximo a la casa de baños de los "Pañollos".-

Durante la duración de la contienda civil, prácticamente desapareció el espectáculo de las casetas de baño, y fue al comienzo de los 40, que volvió la costumbre de la instalación de barraquetes de bany, en la citada playa del pinar; pero en esta ocasión, las casetas cambiaron de forma y tamaño, ya que éstas se diseñaron, siempre de madera, de forma cuadrada de dos por dos metros, por otros dos de alzada, con un techo de dos vertientes, y un techado frontal de lona o cañizo que hacía las veces de toldo para ampararse de los rigores del sol veraniego y poder disfrutar de la reparadora siesta.
Hora de la siesta.- Toque de silencio.- Los niños a la orilla de la mar a coger cangrejos...

A estas nuevas "barraquetes de bany", acudimos gente de la clase media trabajadora de Castellón y del Grao, y ya íbamos con el plan de pasar allí la mayoría del verano, pues salvo en el hecho de dormir, allí pasábamos el día completo, y con más razón si había críos en la casa.
El desplazamiento hacia la playa, era un verdadero espectáculo, pues las familias cargaban con todos los bártulos necesarios para pasar el día; comida, agua, hielo, melón, etc... y una vez llegados había que vaciar la caseta que estaba repleta de todos los accesorios necesarios para la convivencia, tales como una cámara de camión (cuanto más grande, mejor, ya que entonces no se conocía las colchonetas), sillas plegables, hamacas, mesas, algún que otro sillón, pues había señores que eran verdaderamente cómodos y otras menudencias, y una vez vacía, había que convertir el habitáculo, en un nuevo domicilio, con cocina para hacer la comida y la cena, y un cuadrito para poder cambiarse de ropa. (Y ahora nos quejamos si nos dicen de un piso de 90 metros cuadrados es pequeño;).
Como los tiempos no daban para más, éramos felices con lo que teníamos a la mano.
Recuerdo que entonces todos los españoles éramos iguales, pero había unos (los pocos) que eran más iguales que otros (los muchos); que las casetas debían ser todas iguales; había una que era más igual que las demás, había una que era de cuatro por seis metros. No debo decir de quien era, pero si les diré que los materiales de la "edificación", los traía un camión militar y los operarios que la instalaban eran soldados; que todos los días de verano, había una guardia en la caseta; y que cuando venía el "veraneante" todo el mundo se cuadraba y se oían unos taconazos de muy señor mío. No doy más pistas.

Ya por los años sesenta y ocho, aproximadamente, comenzó el declive de las casetas de baño, las que en un primer año, luego de prohibir su instalación por una serie de excusas, que más daban la sensación de una tomadura de pelo a los habitantes de Castellón que otra cosa, instalaron unas casetas, similares a garitas de centinela, de lona, en una superficie de un metro cuadrado, (los gordos y gordas, abstenerse), las que se alquilaban por horas, y que duraron solamente dos veranos, para, dar preponderancia y preferencia a la Casa de Baños, que tenía duchas y otros servicios, pero que la gente trabajadora de Castellón y del Grao no nos podíamos permitir su utilización, por los precios prohibitivos que allí se cobraban. Las casetas desaparecieron; la Casa de Baños terminó como el Rosario de la Aurora, y llegó la nueva forma de disfrutar de la Playa del Pinar.
Las olas, la orilla, las casetas; ese era nuestro paraíso, que otros no pararon hasta conseguirlo...



La playa del Serrallo, era otra cosa del todo diferente. Situada en la parte sur del Grao, estaba completamente poblada de Alquerías, Barracas, Villas de más o menos categoría, y, por supuesto, las correspondientes acequias propias de una exuberante marjalería, que llegaban casi hasta la misma orilla de la mar. Tierras y acequias que llegaban sin alteración, hasta la misma playa de Almassora, interrumpida su continuidad por la gola y fuente de "La Barrasota". Las edificaciones hechas de mampostería, de una o dos plantas, tenían todas las comodidades y adelantos propios de la época, disponiendo la mayoría de su cisterna para almacenamiento y suministro de agua potable.

Todo ello duró hasta que comenzó la construcción del puerto de Castellón, ya que a partir de ese momento se creó una corriente y la mar empezó a entrar en la tierra lentamente, pero sin pausa, arrasando todas cuantas propiedades encontró a su paso y tragándose día a día, hanegadas y hanegadas de terreno, hasta que se llegó a la decisión de construir el muro de contención que ahora conocemos, que naciendo en la base de la misma escollera de poniente, llega hasta las inmediaciones de la Refinería. Obra ésta efectuada por el gallego Eduardo Barreiros Rodríguez en su calidad de contratista de obras, además de fabricante de automóviles.



Había una tercera, si la podíamos llamar playa, situada en el puerto pesquero, lo que hoy es la lonja del puerto, entre la escollera del Club Náutico y el varadero, Playa del Paseo Buenavista – año 1932 frente a la Iglesia, que siempre la conocí llena de algas; cantidades enormes de algas; en toda mi vida, en muy pocas ocasiones, la vi en su estado de playa limpia, playa de arena, por lo que la cito simplemente como curiosidad y no como verdaderamente donde se pudiera disfrutar como lugar para bañistas.
Esta es, en síntesis, la historia que conozco y he vivido de las playas de nuestro Grao de Castellón y de lo que puedo dar fe.

Lógicamente, hay que señalar que además de estas tres, nuestra generación y anteriores, nos hemos bañado en la playa que había frente por frente del Caserío, en las épocas en que los días de temporal, las barcas amarraban en las rejas de las casas de la hoy calle de Buenavista, época que duró hasta los años treinta y algo, como justifica la fotografía adjunta que muestra al autor, con mi hermana y mi abuelo “Moreno” en el verano de 1932, en la playa frente a lo que hoy es la Tenencia de Alcaldía.-




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Textos: Sergio Ferrer de Almenara


Fotos: Vte Ferrer Compañ, Sergio Ferrer y archivo familiar.-

1 comentario:

  1. Querido Sergio, para que me sirva de disculpa ante mis errores, debo hacerte saber que en el padrón municipal de nuestra ciudad, al referirse a mis estudios, dice: "primarios incompletos". A partir de ahí, estoy seguro de que comprenderas mis faltas.
    Leo y releo tus trabajos sobre la cronología histórica de El Grau y, con toda sinceridad, puedo decirte que su lectura me resulta muy amena e instructiva. Se puede leer con mucho interés de un tirón. ¿Te das cuenta lo que significa, para este inculto neófito, paseares llevado de tu experta mano por los siglos XIII al XX?
    En cuanto al trabajo relativo a los apodos, que seguro te habrá supuesto una ardua labor, aparte de su interesante valor histórico, me es muy grato hacerte saber que, leyéndolo, me los paso "bomba".
    Amparo y Vicente

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