Revista Grao

1937 - 1938 - LOS REFUGIOS

A raíz de unas conversaciones mantenidas sobre el tema de los refugios antiaéreos, en Castellón, sobre las posibilidades o no, de poder habilitar alguno o parte de cualquiera de ellos, después de una restauración, acondicionamiento y puesta a punto, para que sirviese de conocimiento, para las generaciones actuales y venideras, de que forma y en que manera se tuvo que vivir y soportar aquellos años comprendidos entre 1936 y 1939.

Este inicio, dio pie para tratar otros temas vinculados al inicial, cuando ya nos dimos cuenta de que habíamos derivado hacia otros argumentos y de ellos salían acciones y personajes que creo que merecen ser reseñados con la mejor disposición y detalle, pues de eso se trata, ya que aun estamos en disposición de recordar hechos y nombres que avalen nuestros “cuentos”.

Lógicamente, al hablar de los refugios en nuestras calles, comentamos lo que supuso en su día, la cantidad de refugios antiaéreos que se construyeron en nuestra ciudad, unos públicos y otros privados y que aún hoy en día, continúan, no digo yo que “habitables”, pero si controlados, clasificados y localizados por los servicios municipales.

Hay que hacer constar que, estos relatos y estas vivencias, están procesadas por las experiencias y sensaciones de un niño que, en aquel momento, tenía ocho años y de ahí, que no se quiera sacar otras conclusiones, que no sean las adecuadas a una persona en esa etapa de su vida.
Pues bien, en uno de estos refugios, fue donde tuve que pasar el cambio de ser Zona Republicana a Zona de Franco, los días 12, 13 y 14 de junio del año 1938, más las diversas ocasiones que por las visitas de los aviones Junkers o Saboyas (alemanes o italianos procedentes de las islas Baleares) venían a nuestra ciudad o alrededores a bombardear los “objetivos militares” o bien cuando no, eran los barcos de guerra los que desde alta mar nos enviaban andanadas de proyectiles con los fines determinados.

Este refugio está ubicado en la calle, entonces de Pi y Margall y posteriormente y en la actualidad calle de la Trinidad, en el número 108; era propiedad del “Chato del Querido” (creo que se apellidaba Gómez) y habitaba la planta baja. El refugio tenía una de las entradas, en el mismo zaguán, de la puerta de la calle, y en la construcción del mismo colaboramos todos los vecinos del barrio que posteriormente tuvimos acceso al mismo, cada uno según sus posibilidades; quien picando con pico y escarpe, quien recogiendo con la pala, quien, como el que suscribe, subiendo capazos de tierra más bien pequeños, debido a la edad pero todo el mundo trabajando bajo la supervisión de quien, por sus conocimientos y jerarquía, así lo ejercía.

Vienen a mi memoria, varias de las familias vecinas que pasamos esa temporada conviviendo y los estoy recordando con toda claridad y entre otros, estaban:

Joaquín Cumba Badenes, dependiente de la tienda de tejidos de Cristóbal Valls.
Luis Bellés Ariño y Clotilde Beltrán, en una Agencia de Aduanas del Grao.
Enrique Marmaneu y Juana Abarca, zapatero remendón y encargado del mantenimiento de las botas de los jugadores del C.D. Castellón.
D. David Martí, de Morella, maestro, que estaba manco, y que por aquellas fechas tan ajetreadas en que ya no había ni escuela, nos daba clases “gratis et amore” a los chiquillos de la vecindad, y de quien recuerdo su caligrafía tan perfecta que tenía a pesar de su desgracia.
Federico, el tendero de “Ultramarinos y coloniales” (?), mucho letrero y pocas existencias.-
La familia Beltrán Arnau,
el sastre Pinto,
D. Salvador Mayor, agente de “Mac Andrews”, consignatarios de buques, Londres, etc.

Esos días, que tuvimos que estar metidos en el refugio, dados los movimientos de ataque y contraataque, por parte de uno y otro bando, que no permitían el asomar ni tan siquiera la nariz a la boca del refugio y que de cuando en cuando algún atrevido nos decía:

-“Ahora todo está en silencio”, o bien
-“Por la acequia mayor se oyen “pacos” (tiros)

En esos días y noches que allí pasamos, juntos, hacinados, en silencio, tensos como cuerdas de guitarra, haciendo “Chssssst” si alguno de los bastantes niños que allí había, lloraba por cualquier causa o simplemente por hambre; mal comiendo y mal bebiendo, en fin, mal al fin y al cabo. A mi madre, que estaba, con mi abuela y dos tías, al cuidado de cuatro vástagos que éramos, le dio una crisis de ansiedad que en principio se procuró mitigar con buenas palabras y consejos (cada uno decía lo suyo), al fin se complicó y, uno de los habitantes de aquella guarida, Agustín Cumba Badenes practicante, le puso una inyección con lo que consiguió calmarla.

Pasados muchos años aun no he podido aclarar: -“en 1938, en plena guerra civil, dentro de un refugio, careciendo de lo más elemental, en medio de una batalla, donde unos y otros iban y venían, pegando tiros y dejando una y otra vez, muertos por aquí y muertos por allá, ya que fueron muchos los que al entrar por vez primera los Nacionales en Castellón, salieron al grito de “Viva España” – “Viva Franco”, pero al contraatacar las fuerzas Republicanas, no les dio tiempo de esconderse y eran cazados como conejos, siendo la lista de muertos, por ambos bandos, de una cantidad considerable.

Pues bien en esas condiciones me pregunto: “Que caray!, ¿que medicamento tenía el “tío Gostinet” en la jeringa?. La única respuesta que se me ocurre, luego de 72 años es: que solo fuese agua” (y quiero pensar ¿sería al menos del grifo?). En fin por ello no murió mi madre, pues nos dejó en el año 2003, a los 97años de edad”.

Cuando se afianzó la conquista por parte de las fuerzas de Franco, fuimos saliendo con cautela, poco a poco, todos los ocupantes de los refugios con más o menos precaución y recuerdo que unas señoras que comentaban entre si:

-“Jo m'he deixat baix, per si de cas, el saquet amb algun “trasto” i les dos botelles d'aigua. Açò no se sap encara si s'ha acabat”

-“Yo me he dejado abajo, por si acaso, el saquito con algún “trasto” y las dos botellas de agua. Esto no se sabe aún si se ha terminado” y reacciones por el estilo, que delataban los diferentes estados de ánimo que flotaba en el ambiente.

Al día siguiente, en las aceras del Circulo Mercantil, de la calle Gasset, frente a la verja del jardín del Casino Antiguo, se montaron una enorme línea de mesas con manteles blancos, atendidas por señoritas del Auxilio Social, con grandes cantidades de panecillos, y creo recordar que bien chocolate o sardinas de bota (dependía del sector), repartían a la población que formaba larguísimas colas para conseguir alguno de los artículos citados. En el Grao, este reparto se instaló en lo que entonces se llamaba “el camp de la pega” y que no era otro solar (campo de futbol) que el actual grupo José Antonio, ubicado entre Avda. Serrano Lloberes y Avda. Sebastián Elcano, junto al jardín del Puerto.

Sucesos como este se podrían recoger, tantos, como personas fueron testigos de aquellas fechas, y fueron anécdotas vividas por todos y cada uno de nosotros y aunque muy parecidas, seguro que cada una tendría un matiz que las distinguiría una de otra. Lo que pido es que nadie tenga que experimentar “per se” estas vivencias.
Sergio Ferrer.- de "Grao siglo XX"



1937 / 1938 – La artillería de costa

Desde el principio de la guerra civil, Castellón quedó en la zona Republicana, y así quedó, hasta el día 13 de junio de 1938. Pues bien, ya en el mes de mayo la cosa estaba bastante alterada pues los rumores no eran todo lo satisfactorios que se deseaba, a pesar de los carteles, de los titulares de los diarios y todo cuanto pudiese facilitar sensación de, cuanto menos, estabilidad en los frentes.

En el Grao había un destacamento de Artillería de Costa, con base en los nidos de ametralladoras que había alrededor del faro, en la escollera de levante, donde había asimismo un cañón, debía ser, o algo por el estilo, para repeler los ataques aéreos que, procedentes de las islas Baleares, llegaban, y sobrevolaban el Grao, de cuando en cuando, en dirección a Castellón o algo más arriba, allá por la Alcora, Onda o cosa así. Estaba, este destacamento atendido por un oficial, un cabo y varios números de tropa, marciales y aguerridos y dispuestos a……., a pasárselo lo mejor posible con la gente del pueblo, ya que casi todos ellos, naturales y vecinos de la región (en aquella época no se había llegado todavía a la Comunidad, eso sería más tarde), valencianos, y algunos medio parientes por una u otra parte. Su ardor patriótico era como la frase que reza en toda la documentación al reclutar los soldados que decía. “Valor…”, a lo que se escribía a continuación “Se le supone”. Si no lo creen, lean lo que sigue:

Gregorio Matoses, arrocero de Sueca;
Froilán Torres, labrador de Xeraco;
Paquito Millet, estudiante ATS, de Alzira;
Enrique y Alberto Cabanilles, naranjeros de Gandia;
Pepe Falcó, contable de Pedralba, estos eran los nombres y profesiones de algunos de los artilleros que formaban el destacamento que cuidaba de la seguridad ciudadana y que por descontado que así lo hacían, y más si entre la ciudadanía había chicas en edad de merecer, entonces las atenciones se multiplicaban que era un contento.

Tenían estos artilleros su “Ranchería”, su lugar de concentración o su sede social, en la casa del Guardia del Pinar, casa que estaba como se supone, en los comienzos de la pinada, junto a la vía del tren que, saliendo de las cocheras del puerto, llegaba hasta la pedrera de “Les Serretes” que proporcionó toda la piedra para la construcción del puerto.

Aclaro estos detalles para explicar el porqué de uno de los muchos motivos y pormenores del trato que tenían las fuerzas militares con el pueblo, aquellas fechas, aquellas situaciones y aquellos motivos de que tanto, unos como otros, no éramos más cosa que personas.

Aquel verano de 1937, tuvimos una serie de visitas reiteradas de la aviación, que aconsejaron a muchos de los vecinos del Grao, a la caída de la tarde, salir hacia la marjalería para que cada uno se buscase la forma y lugar de pasar la noche en alguna de las muchas alquerías que había, y hoy en día las hay, diseminadas por todo el término municipal, ya que se consideraba y se creía estar más seguras que quedándonos en el casco urbano del Grao. Nosotros, nuestra familia, nos dirigimos a la alquería que “las Serapias” tenían un poco antes de la taberna de “las dos Banderas”, y para llegar hasta ella, al salir del Grao, caminábamos junto a la vía y por ella, después del palmeral, llegábamos al punto de destino, donde ya teníamos previstas las hamacas, “márfegas”, o lo que hubiese para pasar la noche, hasta el alba, que regresábamos al Grao para reanudar las tareas.

Y aquí es donde aparece la figura de los artilleros. La tropa estaba en su cuartelillo en la que fue vivienda del Guardia del pinar, junto a la vía, y precisamente al regreso de la alquería, por la mañana, pasábamos junto a ellos en el momento preciso que estaban en plena tarea del desayuno. Cuando tomábamos la curva que nos llevaba frente a las cocheras, en el puerto, desde ese momento ya percibíamos unos efluvios, “un flaire”, un aroma de café, o quizás de malta, o posiblemente de un sucedáneo, pero de algo que en nuestras casas no teníamos ya que el asunto de la comida estaba, mal, mal, francamente mal. ¡Como serían aquellos “terribles luchadores”, que cuando llegábamos a su altura, ya nos tenían preparadas para los niños, unas rebanadas de pan con vino y azúcar, que nunca he podido olvidar aquellos trozos de pan con que nos hacían las mañanas más dulces!

Se había llegado a un hermanamiento entre unos y otros, entre la gente del Grao y quienes vinieron como artilleros, se había creado un nexo que duraron muchos años las relaciones de buena amistad, no solo con ellos, sino posteriormente con sus mujeres, hijos y hasta nietos, hasta que la vida, por su discurrir inamovible se fue llevando a uno tras otro.

No quiero dejar de reseñar las valerosas actuaciones de los aguerridos artilleros en sus actuaciones contra el “enemigo”. Cuando sonaba la sirena del puerto, anunciando la visita de los aviones contrarios, se ponían a buen recaudo para no tener ningún problema y, cuando los aparatos ya pasabanpor encima del faro, regreso a sus bases, las islas Baleares, entonces, los soldados tomaban posición en sus piezas, soltaban unas ráfagas de ametralladora y tres o cuatro PUM¡, PUM¡ y con gritos de júbilo regresaban a sus puestos.

Años después, apareció Miguel Gila, el humorista que popularizó sus apariciones en escena, con aquella frase que comenzaba con “…oiga., ¿ahí es la guerra?”, siempre me recordó a mis amigos, los artilleros que en vez de municiones manejaban rebanadas de pan con vino y azúcar. Dios los tenga en su gloria.

Como complemento, reproduzco este fragmento de la “Cronología de la playa y el Puerto de Castellón, siglos XIII – XXI”, editada en mi libro “¿Desde cuando en el Grao?”, correspondiente a los años de la guerra civil.-


1937
Abril, 14
Día, del aniversario de la República.
El crucero “Canarias”, a primera hora de la mañana, bombardea el puerto de Vinaroz, con un alto porcentaje de aciertos, mientras el crucero “Baleares” bombardeaba el Grao de Valencia.

1937
Julio, 2
El Grao de Castellón, a media noche, sufre un intenso bombardeo por parte de buques de guerra franquistas.

1937 Octubre
El vapor ruso “ISADORA”, que estaba abarloado en el muelle de costa, con un cargamento de trigo, fue hundido a causa del bombardeo aéreo, que además del hundimiento del buque, causó numerosos destrozos en todo el recinto portuario, tanto en instalaciones como en infraestructuras.

1937
Dicbre, 26
Al amanecer comienza un bombardeo naval sobre Castellón, que tiene una duración poco menos de una hora, continuando esta operación frente a Burriana, de una duración e intensidad similar a la del Grao. Por la tarde, se traslada el bombardeo a Vinaroz, con el objetivo “las fábricas de poca importancia de la plaza”. Asimismo se centra el fuego sobre la plaza de toros, que se incendia lo mismo que una pequeña fábrica adjunta a la misma.

1938 junio,13/14
Las tropas del General Franco entran en Castellón y el Grao, luego de unos movimientos de entrada y retroceso de las tropas combatientes, lo que ocasionó numerosas víctimas en la población civil.

1938
Junio, 24
El crucero “Canarias” se acerca a las islas Columbretes, donde desembarca una patrulla que no encuentra nada más que un torrero, que aun conservaba izada la bandera republicana.

1938
Setbre, 3
La aviación roja bombardea el puerto, donde alcanza en la popa, al minador “Vulcano”, causando cuatro bajas y una veintena de heridos, hundiendo además un remolcador y un petrolero de poco tonelaje.

Sergio Ferrer, 73 años después.-
De mi libro "Grao Siglo XX"