ACEQUIA.- Del árabe as-saqiya, la que da de beber, la reguera.
Zanja o canal por donde se conducen las aguas para regar y para otros fines.
Desde siempre, el término de Castellón, en su vertiente del litoral, que hoy podemos contemplar saturado de edificaciones más o menos vistosas, construidas por toda la marjalería, rodeados de caminos y acequias, ha sido lugar de humedales, que en el siglo XIII comenzaron los labradores Castellonenses a cultivar el arroz, que les producía pingües beneficios, pero fatales consecuencias para su salud corporal.
Alfonso II, Pedro II, y otros monarcas, hasta el año 1530, dictaron disposiciones más o menos severas, para atajar el mal de fiebres palúdicas que diezmaban el vecindario de Castellón, por dichos arrozales, hasta llegar a prohibir en absoluto el insalubre cultivo, dadas las mortales condiciones de trabajo, ocasionadas por las picaduras de los mosquitos que tenían su hábitat en este tipo de labranza, y a partir de entonces, reestructurar un nuevo y próspero cultivo, en los terrenos del "Lluent" del Grao. Desde esta fecha, se convierten estos terrenos en un nuevo cultivo alternativo. El cáñamo.
En la crónica manuscrita por Josef Llorens de Clavell, dice: "En el Grao o Playa del Mar, hay una Torre y muchas barracas en las que se recogen los pescadores; hay asimismo, casas o almacenes para Sal y Cebada, y otro mayor, para Cáñamo que se compra en dicha Villa para el Rey; que es de Don Félix Tirado, de donde se conducen de muchos años a esta parte treinta y seis mil o cuarenta mil arrobas, a las fábricas de Cartagena, Ferrol, Santander y otras, por tener bien experimentado que es el de mejor calidad y más fuerte que se recoge en España." ("Revista de Castellón", 15/9/1914).
Debido a la mejor calidad y cantidad del cáñamo que se conseguía en el “lluent del Grau”, además de las miles de arrobas destinadas a la exportación, como se detalla en el párrafo anterior, en el Grao había dos industriales “filaors” dedicados a la elaboración artesanal del cáñamo, orientados mayoritariamente a la industria pesquera, “cordes, cordells, y llanses per a palangres”. Uno estaba situado en el lugar conocido por “El Palmeral”, en la parte norte del Grao, junto a la vía del ferrocarril de la pedrera, en el camino del Serradal; y el otro, (para el primer lavado del cáñamo, recién cortado) estaba instalado junto a la acequia del Común de la Sal, al lado “dels llavaors”, acequia que atravesando el Grao desde la Partida de Patos, corre paralela junto al muro de la panderola, e iba a desembocar frente a lo que hoy es el Hotel Turcosa, que luego quedó dentro del puerto. Uno de ellos, fue Vicente Peris Trilles.
Asimismo esta producción de cáñamo, que es el de mejor calidad y más fuerte que se recoge en España, abastecía igualmente al Gremio de Sogueros de Castellón, (Gremio que se fundó en el siglo XV, y desapareció alrededor de los años 1940 (?), para la industria antes mencionada, y que, además de los géneros citados, vendía cáñamo a granel y trenzado para la fabricación de alpargatas, industria ésta que en los años de la primera guerra mundial, 1914 – 1916, representó una gran fuente de ingresos para los alpargateros castellonenses, por su abastecimiento de este calzado para las tropas europeas en enormes cantidades, en el citado conflicto.
Estos humedales estaban abastecidos por las diferentes acequias que recorren nuestro término, procedentes de manantiales (ullals) de agua potable, que de siempre hemos disfrutado, mientras no se ha hecho un uso indiscriminado y sin control, en la perforación de pozos, que a partir de los años cincuenta se llevó a cabo por toda la marjalería, lo que ha llevado a la desaparición de los manantiales y por ende de las acequias.
Las acequias a las que me refiero, existentes hasta los años sesenta, eran unas corrientes de agua limpia, clara, llenas de vegetación y vida animal, que se utilizaban, sin ningún inconveniente ni impedimento, para el riego de las marjales y para el disfrute de los marjaleros, tomando el baño en sus aguas, en los calurosos días del verano.
En ellas encontrábamos diversas especies de peces, como “llises, samarucs y burrets”, anguilas, tortugas, “renocs, granotes y gripaus”; gamba (que se utilizaba como cebo para pesca con caña, así como para los palangres pequeños), “petxinots”, y alguno que otro más. Respecto a la flora estaba representada por los “llixons, corretjola, joncs, bova, cales y lliris, senill y canyars”; de la familia de los insectos “torerets, pixavins de la fava rotja, femelletes, parots lletjos, carboners i altres”, que daban una sensación de vida y frescor, y junto con las frutas y hortalizas de cualquier índole que en ellas se trabajaban y conseguían, por las magníficas condiciones de temperatura y clima, era la envidia de cuantos foráneos nos visitaban.
Todo este esplendor huertano duró hasta los años sesenta, y la llegada de una nueva y formidable cosecha. El Algodón.
No se quien debió ser el iniciador e instigador del cambio de cultivo, pues fue casi por unanimidad los que pasaron de las frutas y hortalizas al nuevo y milagroso descubrimiento, que el tiempo demostró que fue nocivo y fugaz.
El primer año, que la tierra aún estaba acondicionada, dio una cosecha que, francamente, fue del agrado de todos, hasta que llego el momento, luego de recolectado el copo de algodón, quedó por recoger el resto de la planta. Esta planta, con el paso de los días se fue secando y fueron apareciendo unas orugas, las cuales, al principio nadie sabía de donde salían, pero en pocos días se dieron cuenta que procedían del interior de las cañas secas de la planta del algodón, en cantidades enormes hasta el punto de considerarlo una plaga, a la que en principio no se le podía hacer frente con los productos fitosanitarios normales. Hechas una serie de ensayos con productos varios, solamente se pudieron atacar con un insecticida a base de D.D.T. Así lo hicieron y efectivamente, al cabo de un corto tiempo, acabaron, no solamente con la plaga de las orugas del algodón, sino con todos los animales y plantas que hasta entonces habían poblado las acequias de la plana.
Las acequias del término de Castellón que desembocan en el mar, son, en orden de norte a sur, las de: L’Obra, Senillar o Canyaret, Travesera, Riu Sec, la Plana, Entrilles, Patos y Catalana, Almalafa, Bellet, Vinatxell, Miralles y Arbre o Mitjera.
La acequia de “l’Obra” es la primera, si contamos a partir del término de Benicassim. Esta acequia, que nace en el Molí la Font, recorre la partida de Bovar, siendo linde con la partida de la Font y desemboca en la playa, en el lugar que hace años estaba el destacamento de la Guardia Civil, conocido como la Casota de l’Obra.
A esta acequia afluyen, la acequia Mayor, que naciendo en el Azud del río Mijares, en Almassora, sigue por vía subterránea, hasta el Barranquet en la misma localidad, donde sale a la superficie y desde allí en el sur de la ciudad de Castellón, penetra en esta localidad por la avenida de Casalduch; sigue por las plazas de Fadrell y Borrull, continúa por la calle Gobernador, saliendo hacia el norte camino del Molí del Romeral, en la partida de Canet, y siguiendo hacia el este por la parte norte de la ermita de Sant Roc de Canet, llega a la partida de Coscollosa; allí se postra a los pies de Sant Francesc de la Font, y atravesando los terrenos de esta partida, la de la Font, sigue hacia el este, bien pegadita al linde con el término de Benicassim, estableciendo la conocida “Ratlla”, hasta que llega a la Avda. Ferrandis Salvador, y sin atreverse a cruzar la misma, hace un giro de 90 grados hacia el sur, para a quizás a menos de un centenar de metros antes de la desembocadura, unirse a la acequia de l’Obra y verter sus aguas en el mar. Hay una versión popular que sostiene que la acequia Mayor, tiene su fin en el Molí de la Font; ahora bien los datos de que dispongo están sacados del “Plano General.- Término de Castellón.- Partidas, fechado en Agosto del año 2002”, en la que se aprecia, sin ninguna duda, la trayectoria y la denominación de la repetida acequia Mayor.
Otra de las acequias que afluyen al l’Obra, es la Carrerasa del Bovar, que es el linde de esta partida con la de la Molinera; Molinera que se llama también otra de las acequias que vierten sus aguas en l’Obra, y por último un ramal de la acequia del Senillar.
La segunda acequia es la llamada del Senillar o Canyaret , que además de fluir aguas en la acequia antes citada, tiene suficiente importancia, como para constituir una con entidad propia.
La tercera es la Travessera, acequia que ella sola sin ayuda alguna, desde el Racó de Ramell, recorre su cauce pegada al camino de la Travessera, de quien recibe su nombre y, posteriormente sigue junto al Riu Sec, donde juntos desembocan mansamente en las aguas azules del Mediterráneo.
En la partida del Bovalar y al pié del Pantano, nace el Riu Sec, cauce éste generalmente seco, como su nombre pregona, pero agitado y violento en algunas ocasiones; sirviendo de linde con la partida de Marrada y tomando contacto con la Capital, junto al Cementerio y, siguiendo dirección este, se cruza en primera instancia con la acequia Mayor, y posteriormente, linda con las partidas de Canet, Ramell y Racó de Ramell, Brunella, la Mota y finalmente la Travessera para, como antes comentaba, llegar hasta la playa junto a la acequia de este último nombre.
La Plana, aparece junto al camino del mismo nombre, a mitad del término así llamado, recibiendo la ayuda fluvial de la acequia la Fileta, una vez ésta se refuerza con las aguas de la acequia de la Mota, circulando estas dos corrientes junto a los caminos de idéntica denominación, para una vez unidos a la Plana, verter las aguas como la cuarta acequia de éste término.
Aqui cortamos la narración de hoy, para no hacerla demasiado pesada y para que tengan la oportunidad de ver las restantes acequias del litoral castellonense.
Les esperamos en breve.-
Sergio Ferrer de Almenara, se reserva todos los derechos, como siempre.